La paciencia es la más heroica de las virtudes, precisamente porque carece de toda apariencia de heroísmo. Giacomo Leopardi
¿Esperar? Sí, has escuchado bien.
Esperar a que tu hija o tu nuera te busque, te pregunte, te reclame, te necesite. Que sea la futura madre la que hable del tipo de ropa, cochecito y otros enseres que les gusta para su hijo, antes de comprar amorosamente esas cositas que te encantan sólo a ti.
Esperar a la sombra cuando el parto comience. Dejarle que viva esos momentos únicos, a ella y su pareja. Que tus opiniones sean sugerencias, ideas, pensamientos, reflexiones.
Esperar tras la puerta sin avasallar. No rompas el hechizo de caricias, besos y miradas con una presencia incómoda durante la dilatación.
Esperar a que sea la futura madre la que exprese sus dudas, sus miedos, sus deseos a la matrona o al ginecólogo. Trátala como una persona adulta.
Esperar a que sean ellos los que demanden tu presencia, los que soliciten que te quedes o los que te sugieran que permanezcas en tu hogar hasta que decidan avisarte.
Si lo haces, si lo consigues, te sentirás grande por dejarles su espacio a ellos, por respetar su tiempo. Te sentirás sabia por no infantilizar a tu hija en ese momento intenso y agotador, por no recriminarle a él su torpeza y, sobre todo, por no interferir en un proceso que, para bien o para mal, corresponde exclusivamente a ellos dos.
Después cuando tu hija o tu hijo te muestren a su bebé, tu querido nieto, sonreirás por haber logrado tratar a esos dos seres que tanto amas como lo que son, una pareja maravillosa que acaban de convertirse en padres. Enhorabuena, abuela, de parte de ellos, que a veces no atinan a hilvanar las palabras de afecto y sobre todo, mil gracias por tu infinita paciencia en ese momento tan delicado.
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